April y Daniel García pasaron cinco días en la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos (UCIP) con su hijo de seis meses, Jackson, esperando respuestas. Al quinto día, el hospitalista entró en su habitación y les pidió que bajaran a una sala de conferencias, y también les pidió que dejaran a Jackson en su habitación de la UCIP. April y Daniel protestaron, sin tener ni idea de las respuestas que estaban a punto de recibir, y les convencieron para que permitieran a Jackson acompañarles.

April recordaba estar rodeada de médicos en la sala de conferencias: el hospitalista, un neurólogo y un genetista. La noticia fue peor de lo que habían imaginado: Jackson padecía la enfermedad de Krabbe y probablemente le quedaba un año de vida. April describió la reunión como estéril, sombría y abrumadoramente desesperanzadora. No hubo plan de cuidados, puntos de acción, próximos pasos ni apoyo en ninguna parte de la discusión; en sus palabras, "la presentación abierta parecía una intervención para un hábito aún no formado." April y Daniel pensaron que en una sala llena de proveedores se habría elaborado algún tipo de plan de atención, sin embargo, no se facilitó nada antes de la conclusión de la reunión.

Tras el diagnóstico, la mentalidad de April y Daniel pasó a ser la de encontrar una nueva normalidad y trabajar para conseguir que Jackson tuviera una vida de calidad y sin dolor. A pesar del impacto de la enfermedad de Krabbe, Jackson encontró formas de comunicar lo que le gustaba y lo que no mediante gruñidos, cerrando los ojos y ronroneando cuando estaba contento. Lamentablemente, Jackson perdió su batalla contra la enfermedad de Krabbe el 21 de octubre de 2016.

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